miércoles, 27 de febrero de 2008

Pavo...rosa Navidad

Por JAR
Miércoles 23 de diciembre de 1998. Como cada año, Mayito tenía en sus manos el tan esperado pavo navideño que llevaría a casa de su mamá para ser rellenado y puesto en el horno. Pero el reportero de espectáculos no sabía que antes tendría que enfrentarse a una gran cruda moral.
La tarde de ese día que se quedó guardado en la memoria de nuestro protagonista acordó reunirse con “Chelico” y uno más que pedote que ambos para brindar por una “dulce Navidad”, por ello se citaron a las 15:00 horas en lo que hasta ese momento era su refugio etílico: “La Gruta”.
Al llegar al lugar, donde ya lo esperaban sus compañeros de oficio, fue interrogado por estos ya que sin más, entro al centro de recreación visual, perdón, social, con una caja donde claramente se leía: “Pavos Parson”.
- ¿Y esa pinche caja mi buen. Vas a cambiarlo por unos tragos?, preguntó “Chelico”.
- ¡Ni madres!, es el pavo que siempre le doy a mi madre para la cena del 24, advirtió Mayito.
Así, dejó la caja blanca con azul en el piso, pero eso sí, sin perder de vista su regalote.
Las horas pasaron y el alcohol llegó a la sangre de los etílicos personajes hasta que la parranda fue cortada por una bella mesera quien dijo sería la última ronda, “cerramos en media hora”.
Para entonces, Mayito comenzó a cobrar cierto aprecio por los restos del pavo que yacía dentro de la caja, al grado tal que parecería quererlo sacar para quitarle el frío.
- Ya deja a ese pinche pavo carnal, no se va a ir, aseveró “Chelico”.
Pero a Mayito no le importaban las burlas, sólo quería que su nuevo amigo no fuera tomado como materia de escarnio.
Al pagar el consumo, salieron de “La Gruta” y abordaron el automóvil del más pedote.
- Vamonous a otrou lado chinga, apenas se le entendía a “Chelico”
- ¡Puto el último!, dijo Mayito con la finura que le caracteriza.
Así, “el trío de tres” acudieron a un centro de persuasión, perdón perdición.
En el conocido “Veracruz”, Mayito mostraba sus mejores pasos en la pista, al tiempo que “Chelico” mantenía el codo empinado junto al más pedote. ¿Y el pavo?, efectivamente, ese pobre personaje también estaba entre las dueñas de la noche y los borrachotes. Mayito no quiso que se quedara en la cajuela del Tsuru, lo deseaba a su lado.
Y llegó la madrugada de 24, pasaba de las 03:00 horas. Mayito estaba cansado, “Chelito” y el más pedote, en plena fiesta, y el pavo emputadísimo porque no lo dejaban dormir en paz.
Tras el pago de la respectiva cuentota, el más pedote llevó a “Chelico” a su hogar, enclavado en plena Santa María la Ratera, ¿o es La Rivera? A la puerta de su domicilio, “Chelico” le dijo a Mayito que se fuera con cuidado (no era el nombre del pavo) y que dejara a su nuevo amigo con el más pedote, pero su grado etílico era tal que no entendía de razones, tan es así que por poco saca a la pobremente célebre ave de granja para darle un abrazo fraternal.
Tras ese penoso descontrol, el más pedote acudió a La Villa, pero no a jurar, sino a dejar que Mayito abordara su acostumbrado taxi que lo conducía de ese sacrosanto lugar hasta San Juan de Aragón, donde vivía con su Mamá.
- Cabrón, ya estás muy pedo, déjame a tu pinche amigo y mañana te lo doy, porque o te rompen la madre por ese culero o te duermes, que ni te gusta, y te bajas sin el pendejo ese, no me refiero al chofer, comentó el más pedote.
- ¡Ni madres!, ese cabrón llegó conmigo y conmigo se va, respondió Mayito, de plano estaba muy pedo.

La cruda

Mayito despertó en su camita, la cabeza le dolía. Entre la cruda recordó a su nuevo amigo por lo que volteó a su derecha para saber cómo había amanecido, pero no estaba a su lado.
Ante ello, el nerviosismo lo invadió, por lo que de rodillas se fijó debajo de la cama, tampoco se ocultó ahí.
Caminó a la sala para revisar el “refri”, ¡ni madres!, la tensión ya era enorme.
Fue así que telefoneó a “Chelico”:
- ¿Qué pasó, cabrón. Oye sabes dónde dejé el pavo?
- No mames, cabrón, te dije que se lo dejaras a ese wey (escrito como lo pronuncia). Márcale para ver qué pasó.
Para ese momento, el más pedote se la curaba en la redacción de La Extra:
- Qué pez, hacía como 20 tragos que no te escuchaba.
- No mames, cabrón, ¿oye sabrás dónde deje el pinche pavo?
- No chingues, te lo dije pendejito, por que no lo dejaste en el carro, eres un necio, seguramente te dormiste y te dieron vajilla.
- Pues quién sabe, a ver que chingados hago, luego te llamo.
Luego de pensarlo un rato no le quedó otra que darle la cara a su Mamá:
- Oye, ¿te acuerdas que te prometí un pavo?
- Pues sí, ¿por qué?
- Pues este año no habrá.
- Porqué
- Pues la verdad es que si me lo dieron en el periódico, pero no sé dónde quedó.
- ¡Cómo que no, cabrón así llegaste en la madrugada, no podías ni meter la llave en la chapa que tuve que abrirte la puerta y lo primero que hiciste fue darme el pavo!
- ¿En serio…?
Efectivamente, ese compañero de la noche, el cadáver se su amigo yacía en el único lugar de la casa que no busco: la cocina. Relleno y con un agradable olor que ya se desprendía de entre el calor de las llamas, el pavo ya estaba en el horno.

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