viernes, 29 de febrero de 2008

El Dios-alcohol nos transporta a otras dimensiones y sólo pide en sacrificio una doncella-neurona
LA MANO QUE MECE LA CUBA
Por El Vodkas
Etílicos ayeres. Todo comenzó en el depa del joven e intrépido reportero Pplú, guía etílico de toda una generación de colegas que acostumbran tener como centro de operaciones su depa, una de las grandes virtudes de la soltería y el apapachamiento paterno; como era su cumpleaños, amigos, compañeros de profesión y espontáneos cayeron a su casa con suculentos regalos, que iban del whisky al vodka y de regreso, claro con chelas de por medio para ir agarrando fuerza, sin faltar las frituras y el queso panela, que dice el mito que combinados son de gran utilidad a la hora de platicar con el monstruo.
Todo iba bien, el cumpleañero recibió a sus amigos como se debe: a medios chiles, en pans y sin bañarse, pues para él la fiesta había comenzado desde un día antes; el ambiente era de camaradería y cordialidad, hasta que a alguien se lo ocurrió que había llegado el momento de darle al zapatazo, y descubrió que había un problema: el conglomerado sólo contaba con la presencia de tres damiselas, colegas de profesión y de algunas parrandas desde luego, por lo que en un ejercicio arduo, pero de nivel primaria, todos cayeron en cuenta de que si querían mover el boten, tendrían que esperar al menos media hora… además de que ellas, y este fue un comentario suyo claro, no tenían intensión de fichar esa noche.
Entonces una voz aguardientosa, la del más adelantado de la noche, tuvo una maravillosa idea y comenzó a gritar: “taibol! Taibol! Taibol!”. La respuesta fue unánime y los amigos comenzaron a sacar hasta el guardadito pa la cruda y a ver cuál era el centro social y familiar más cercano –cuando uno entra todas te saludan como si te conocieran de toda la vida y esa crea una comunicación abierta…- y los detalles de cómo llegar a él. Pero nadie contaba con que las damiselas, dueñas de la noche y de su liberación femenina desde luego, dijeran: “sí, está bien. Vamos nunca hemos ido, queremos conocer”.
Nadie lo podía creer; desde luego los reporteros reaccionaron como lo deben hacer los caballeros en aquellas situaciones que deben ser resueltas con la palabra, y a través de su vocero, el de la voz aguardientosa, dijeron: “¡ni madres! Lo hacen apropósito. Pá qué van, se van a aburrir”. Sobra decir que desde luego no nos hicieron caso. Así que para ser breves, ahí estábamos todos en el Taibol, sentados muy cerca de la pista principal, cuidando a nuestra amables compañeras para que nadie las molestara –“no vaya a ser que las confunda”, dijo de nuevo el de la voz aguardientosa, pero esta vez nadie le hizo caso, al contrario, alguien dijo “ojalá”. Pero ni la boletera se nos acercaba.
Sólo nuestro festejado, ya más borracho, se había colocado al frente para ver el espectáculo –sobra decir a qué me refiero- y nervioso, con bastante ansiedad, veía pasar las horas, contaba su dinero pero no se atrevía a llamar a la boletera. “Es que me da pena, que tal si van y le dicen a Susana, ya vez que son amigas y ayer me dijo que sí va a salir conmigo… pero ya viste a la de rojo, está bien buena, como para cenar en mi cumple…” luego del profundo comentario, la doncella de rojo al ver la ansiedad del colega y los billetes en su mano, decidió tomar la iniciativa e invitarlo a subir a la pasarela, cosa que él desde luego aceptó y de un impresionante salto llegó hasta el centro. Ella comenzó su danza clásica –clásica porque todas repiten lo mismo- y él a disfrutarla; le quitó la sudadera y no traía camisa; y luego lo tenis, no traía calcetas –decía que usaba calcetines de piel de marrano-, y así hasta llegar al pantalón, donde él la detuvo con ambas manos, pero ella insistió… una compañera de la profesional bailarina entró al quite y de un certero jalón –a fin de cuentas la práctica hace al maestro-, bajó el pantalón de Pplu para dejarlo prácticamente desnudo en medio de la pasarela…
Aún resuenan en mis oídos las carcajadas de todos los presentes, desde luego las de nuestras compañeras por encima de todos y algunas mentadas de madre por lo pobre del espectáculo –sabe a qué me refiero-… “No lo conocíamos así, que divertido es tu amigo. Le voy a contar a Susana”, dijo una de nuestras invitadas, pero nadie le pudo responder pues la risa se los impedía.
Un rato más en el “taibol” para recuperar el aliento y para defender a las pobres trabajadoras del lugar porque las regañaron por lo que habían hecho, pues esperaban alguna queja de parte del caballero afectado, quien estaba más preocupado por recuperar su ropa e ilusamente algo del dinero que traía –de la dignidad no hablar claro-, que por discutir, y nos retiramos para ir de nuevo al depa de Pplu y acabar de festejar su cumpleaños, el cual desde luego no a vuelto a celebrar en un “taibol”, al menos no con sus amigas… y con Susana no pudo volver a hablar, ya que cada vez que lo intentaba ella no podía evitar tener un ataque de risa, y eso que no estuvo presente.

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