lunes, 25 de febrero de 2008

EDDIE... EDDIE




Por Arthur Alan Gore



Desafinado. Con un inglés que suena igual que si un ogro me hablara al oído con la boca llena.
Así se escucha mi vecino de concierto, en el Foro Sol.
Por si fuera poco, me tengo que aguantar sus caballazos, porque seguramente, en su imaginación, él está aquí, a mi lado, sino sobre el escenario, tocando su guitarra de aire con la misma destreza que Janick Gers, Adrian Smith y Dave Murria lo hace con las suyas, de a de veras.
¡Pero qué importa!
Seguro mis agudos le han de sonar igual de chirriantes a mi vecino que una puerta malaceitada y el girar de mi greña, emulando a los molinos de don quijote, le ha de estar haciendo cosquillas en la nariz.
Lo que interesa es que lo logramos. Aquí estamos el Isma, su sobrino, el Gonzo, el Daniel y el Cake.
Sobre en entarimado las luces se ponen rojas y en consecuencia, cuando volteo para contemplar con agrado como a mis espaldas 55 mil heavy metaleros del color de la tierra se apretujan, saltan y se desgañitan igual que mi vecino, sus rostros están empapados de luz color sangre.
Entonces entre el rojo de la iluminación y el negro de nuestras camisetas llegamos a la conclusión de que sólo esos colores nos gustan, entre los siete del arcoiris.
Bruce Dickinson está cantando The number of the beast y como una afirmación de lo que esta nueva visita de Iron Maiden significa, nos espeta en la cara: “I’m coming back, I will return...” para después sencillamente dejárnosla ir con todo y anunciarnos que nuestras almas ya son propiedad exclusiva del Demonio: “And I'll possess your body and I'll make you burn...”.
A m memoria regresan aquellos cartelones que los cristianos solían pegar cerca del metro C.U., cuando estudiaba en la Facultad de Ciencias Políticas y que como encabezado tenían: “100 mil jóvenes al encuentro del Resucitado...”.
Nosotros seremos únicamente la mitad, pero me enorgullece ser uno de los 55 mil, jóvenes y viejos por igual, que vienen al encuentro con la Bestia.
De hecho, hace unos segundos que el Cake me dio un codazo y me dijo: “¿Ya viste a esos ñores? Así vamos a andar en algunos años...”.
Y sí. Se trata de dos venerables cabecitas blancas con sendas barrigotas, que por momentos parecen reventar los Eddies de Iron Maiden en los estampados de sus playeras. Pero no por eso dejan de gritar, igual que el resto: “666... The number of the Beast. Sacrifice is going on tonight”.
El Daniel, grita eufórico: “Ya no sé si gritar, llorar, reír o aplaudir”.
Gonzo no es menos explícito: “Escucha esas guitarras, son la perfección total”.
En eso aparece el Chico Migraña, todavía disfrazado de jefe de prensa de OCESA y nos sablea un trago de cerveza. Después la escupe al cielo, bañando por completo a la palomilla.
No nos queda sino reírnos.
El sonido no es el mejor, aunque se aclara a con cada canción. No así nuestras gargantas, que para cuando llega el momento de corear un glorioso Heaven can wait o el ya monumental coro, encima de las armonías de guitarra, de Fear of the dark, ya no hacen sino salir algo que parecen los pujidos eróticos de la pata Daisy, mientras se la coge el Pato Donald.
“Cada rola la oigo mejor, ¿será que ya le ajustaron o que cada vez estoy más pedo?”, dice el Isma, en cuya pelona se reflejan los monumentales reflectores del Foro Sol.
“Chale, cómo no traigo mata”, se reclama a sí mismo su sobrino, quien ya debe haberse zafado dos vértebras con tanto sacudir la cabeza.
En el escenario, Dickinson salta por todos lados, repta, provoca y zarandea. Hace de las masa una gelatina con la que se bate y se embarra.
Entonces, durante la interpretación de Iron Maiden, por el costado izquierdo aparece un robot de tres metros con el rostro de Eddie y el público se vuelve loco. Hay quienes no pueden contener una lágrima y le rinden sus respetos al diablo. Eddie es, para los metaleros, lo que Barney para los niños. Es la botarga con la cual crecimos, nos deshicimos los tímpanos a guitarrazos y nos volvimos adultos.
Dos horas después y cuando Hallowed be thy name, la última rola ha terminado, el Isama tiene una idea que desde ya se convertirá en nuestro nuevo grito de guerra.
“¿Qué les parece si para los comentarios preliminares del concierto... nos compramos un SIX.. SIX SIX?????”.












El Dios-alcohol nos transporta a otras dimensiones y sólo pide en sacrificio una doncella-neurona



También tengo uno personal: La Tormenta Negra

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